Viajaba en el bendito Roca. Sin auriculares, con mucho sueño para leer y la cabeza hizo lo suyo y me puse a pensar. A veces imagino como seré cuando sea madre y me doy cuenta que lo planeo con mucho rigor.
Una educación plural: desde saber inglés, portugués hasta tener un amor por el arte (especialmente el teatro y la literatura, aunque también desearía que desarrollarán el sentido de la música del que la vida me viene privando). Imagino su tiempo siempre ocupado.
Una chica joven encargándose de sus cuidados. Seguramente madre soltera, a la cual darle un hogar, una estabilidad laboral y tiempo para que pueda desarrollarse de manera personal. La combinación perfecta de unos hijos ideales, con una persona a su cargo que cumpliera con todos los estereotipos morales, éticos e ideológico: así bien peronista.
Y pensaba: ¿En donde estoy yo en toda esta historia? Haciendo mi vida. ¿Qué vida? Por momentos me avergüenzo al darme cuenta que al imaginar a mis hijos no idealizo el momento de cariño y en cambio desarrollo todo un programa socialmente aceptado en el que pudiera deshacerme de ellos y hacer mi vida. Si, así lo siento: deshacerme de ellos.
Y entonces divago: ¿Qué clase de desarrollo de mi vida estoy planeado si lo baso en el imperativo social de ser madre?
Y entonces afirmo: no quiero ser madre. Al menos no ahora, ni en el futuro que alucina mi presente.
Una educación plural: desde saber inglés, portugués hasta tener un amor por el arte (especialmente el teatro y la literatura, aunque también desearía que desarrollarán el sentido de la música del que la vida me viene privando). Imagino su tiempo siempre ocupado.
Una chica joven encargándose de sus cuidados. Seguramente madre soltera, a la cual darle un hogar, una estabilidad laboral y tiempo para que pueda desarrollarse de manera personal. La combinación perfecta de unos hijos ideales, con una persona a su cargo que cumpliera con todos los estereotipos morales, éticos e ideológico: así bien peronista.
Y pensaba: ¿En donde estoy yo en toda esta historia? Haciendo mi vida. ¿Qué vida? Por momentos me avergüenzo al darme cuenta que al imaginar a mis hijos no idealizo el momento de cariño y en cambio desarrollo todo un programa socialmente aceptado en el que pudiera deshacerme de ellos y hacer mi vida. Si, así lo siento: deshacerme de ellos.
Y entonces divago: ¿Qué clase de desarrollo de mi vida estoy planeado si lo baso en el imperativo social de ser madre?
Y entonces afirmo: no quiero ser madre. Al menos no ahora, ni en el futuro que alucina mi presente.