Me levanté tarde, a las diez y media. Me gusta dormir hasta el último momento que me sea posible y suelo atrasar mis responsabilidades entre dormida.
Hoy debería haber entrado a las nueve de la mañana, pero podía llegar incluso a las once para salir a las diecisiete y llegue a las doce y media. Igual me fui a las diecisiete.
La alarma estaba puesta desde las ocho y la postergué cada cinco minutos. Creo que soy adicta a la sensación de despertarse del sueño más profundo y volverme a dormir. En esos cinco minutos produzco imágenes muy detallistas, que cuando despierto olvido automáticamente, pero preservo la sensación de profundidad.
No desayuné, casi nunca desayuno. Solo cuando madrugo mucho. Siento la necesidad de tomar mate. Si, es una necesidad. La imagen de uno bien dulce y espumoso se me aparece una y otra vez y mis glándulas salivales segregan de una forma particular como pidiéndomelo: mate, no té, no café.
Decidí que hoy iba a terminar un libro que me había prestado mi papá: El Salto de Papá de Martín Sivak. Lo terminé. Estuve por mas de cuarenta y cinco minutos sin chequear el celular. En principio me lo había olvidado. Me di cuenta mientras cerraba el portón de abajo y tuve que volver a buscarlo.
Analicé que tal vez era un acto de mi inconsciente: eliminar cualquier obstáculo que me distrajera de la lectura. No tanto por placer -aunque también, el libro me resultaba muy interesante- sino como una obligación: devolverle el libro a mi viejo, cumplir con mi viejo.
Mi viejo está en casi todos mis análisis profundos que me hago en la actualidad, que son muchos. Ayer descubrí que probablemente también sea adicta al psicoanálisis. Mío y ajeno. Por ejemplo, me atreví a pensar que él me prestó este libro para darme un mensaje que no se anima a poner en palabras: cuándo Martín tienen quince años su padre se suicida, la edad que yo tenía cuando él se fue. La muerte de Sivak y su alejamiento, permiten a Martín y a mi crecer en un mundo lejano a lo que "debe ser". Me esta pidiendo que lo mate, sin saber que creo que ya lo he hecho. Psicoanalíticamente, aclararía Andrés.
Quisiera decirle gracias por el gesto. Tal vez lo haga con un libro también -Jefazo, del mismo autor-. Un mundo de palabras ajenas para no usar las propias, para no pensar las propias.
Hoy debería haber entrado a las nueve de la mañana, pero podía llegar incluso a las once para salir a las diecisiete y llegue a las doce y media. Igual me fui a las diecisiete.
La alarma estaba puesta desde las ocho y la postergué cada cinco minutos. Creo que soy adicta a la sensación de despertarse del sueño más profundo y volverme a dormir. En esos cinco minutos produzco imágenes muy detallistas, que cuando despierto olvido automáticamente, pero preservo la sensación de profundidad.
No desayuné, casi nunca desayuno. Solo cuando madrugo mucho. Siento la necesidad de tomar mate. Si, es una necesidad. La imagen de uno bien dulce y espumoso se me aparece una y otra vez y mis glándulas salivales segregan de una forma particular como pidiéndomelo: mate, no té, no café.
Decidí que hoy iba a terminar un libro que me había prestado mi papá: El Salto de Papá de Martín Sivak. Lo terminé. Estuve por mas de cuarenta y cinco minutos sin chequear el celular. En principio me lo había olvidado. Me di cuenta mientras cerraba el portón de abajo y tuve que volver a buscarlo.
Analicé que tal vez era un acto de mi inconsciente: eliminar cualquier obstáculo que me distrajera de la lectura. No tanto por placer -aunque también, el libro me resultaba muy interesante- sino como una obligación: devolverle el libro a mi viejo, cumplir con mi viejo.
Mi viejo está en casi todos mis análisis profundos que me hago en la actualidad, que son muchos. Ayer descubrí que probablemente también sea adicta al psicoanálisis. Mío y ajeno. Por ejemplo, me atreví a pensar que él me prestó este libro para darme un mensaje que no se anima a poner en palabras: cuándo Martín tienen quince años su padre se suicida, la edad que yo tenía cuando él se fue. La muerte de Sivak y su alejamiento, permiten a Martín y a mi crecer en un mundo lejano a lo que "debe ser". Me esta pidiendo que lo mate, sin saber que creo que ya lo he hecho. Psicoanalíticamente, aclararía Andrés.
Quisiera decirle gracias por el gesto. Tal vez lo haga con un libro también -Jefazo, del mismo autor-. Un mundo de palabras ajenas para no usar las propias, para no pensar las propias.