Cuando
subía al tren una señora se acercó a preguntarme si este era el que iba a
Bosques. El letrero que estaba junto a ambas indicaba en grande y naranja fluo
que efectivamente iba hacía Bosques. Pero resultó que en verdad la pregunta
solo había sido la excusa perfecta para sentarse a mi lado y contarme entre
lágrimas que no mostraba pero que insinuaba su gran historia del día: Pasa que
nunca me tomo este tren, yo soy de Piedra Buena, cerca de Liniers. Estoy yendo
a visitar a mi hermana por segunda vez en mi vida. La única vez que la vi tenía
quince años – me dijo.
Más
tarde, cuando llegaba a mi trabajo me colé en una conversación iniciada hace un
rato mate de por medio. Javier buscaba junto a su compañera un segundo hijo,
estaban haciendo los trámites para comenzar el tratamiento de fertilización
asistida. Mi deseo más grande es poder darle un hermanito a Bauti. – me
confesó.
Me
desperté a la mañana y estabas bajo mío durmiendo en un colchón. Veintiún años
después de haberte visto por primera vez. Ahora pienso que qué suerte que
tuvimos y que gracias. Gracias al destino, la historia, las decisiones humanas
que hicieron que naciéramos y nos criáramos juntos.