"Despierto de un sueño,
y nace este recuerdo,
llegaste a mí."
La Voluntad del Hombre , Lloyd Clarke.
Hoy te soñé. A vos y a mí. A nosotros. Siempre nos sueño recostados, besándonos, acariciándonos, con las miradas fijas uno en el otro confesándonos amor eterno pase lo que pase. A veces la realidad se cuela un poco y las palabras que fluyen en esa conversación somnolienta son de arrepentimiento, congoja por las decisiones que tomamos que nos alejaron de ese amor que con los ojos cerrados se vuelve tan idílico. Y de nuevo nos besamos, intercambiamos, nos palpamos lentamente siguiendo un recorrido guionado: desde la comisura de los labios, deslizándose por el cuello, curvándose en el pezón izquierdo, cayendo equivocadamente en el ombligo hundido y llegando al cúmulo del placer acompañado de esa mueca que quiso ser sonrisa pero se extravío en el goce.
Será que nos sueño así porque despierta, incluso detrás de este sueño o pesadilla -aun no lo decido- no me acepto siquiera a mi misma que todavía te quiero a pesar de todo. A pesar de que todo es mucho y duele.
Hace mucho no te soñaba. Tal vez esta aparición repentina e intrusa tenga algo que ver con que ayer, mientras viajaba en la línea "H", imaginaba tener un amor por cada ramal del subte. El de la "C" ya está asignado al cantante de reggae de pelo largo con el que camine las calles de San Telmo y viví las mejores noches de mi vida. La "B" a Iván, aquel chico de los ojos más azules que ví y de un amor tan especial como el que se vive solo una noche pero se recuerda. La "D" también tiene nombre y es Camilo el payaso que me saco más sonrisa en la intimidad que las que me había robado en Plaza Güemes. Y ahora la "H" puede que te pertenezca a vos. Por qué te preguntaras. Si vivís en el barrio más alejado de la capital, fóbico a las avenidas y a las luces tri-color.
Porque en algún momento en el que me dedicaba a investigar el mundo del transporte público, extrayendo de la realidad algún hecho poético que se convirtiera en tal vez estas palabras me choque con un chico. Un chico del que estoy segura no vi su cara pero esta memoria caprichosa me quiere convencer de que se parecía a vos, aunque un poco más flaco.
De vos siempre me llamaron la atención tus labios y la forma excitante y con aires de grandeza en que se fruncen cuando fumas un cigarrillo. De él solo fue lo que leía: una revista de deporte que publicaba un relato de Kurt Lutman, ex jugador de Newell's que ahora se dedica a escribir. El texto que lo presenta se titula "Panamá, o la hermosa costumbre de no estar muertos" y expresa "No es lo mismo, perder 6 a 0 que 6 a 1. No. No es lo mismo porque muestra y demuestra un gesto enormemente latinoamericano. En el piso, contra las cuerdas, en la lona y resistir a pesar de eso. Y dar un sacudón con la cabeza bajo la bota con el último aliento y morderle el tobillo al imperio y decirle que acá, mientras haya vida no se rinde nadie.". Pensamiento con el que estoy segura que vos también coincidirías.
Animada por el mundo nuevo que la mera observación me traía investigue un poco más de este personaje. Edito hace poco “El agua y el pez. Crónicas de fútbol fantástico”, su libro de historias cortas que presenta homenajes a jugadores y jugadas, recuerdos en canchas de barrio y un marcado compromiso social. Libro que vende a precio popular y lo reparte a bordo de su bicicleta según comenta el diario on-line "La Capital". Todo un hecho merecedor de ser contado.
Y ahí, en ese momento, sin explicación posible para mi empecinada racionalidad apareciste vos. Vos y yo de nuevo. Acostados en ese colchón deshilachado sobre el piso de madera de aquel altillo que supo anidarnos durante tanto tiempo. Vos con tus ojos cerrados y yo leyéndote el cuento El Viejo y el Árbol de Roberto Fontanarrosa.
Los recuerdos tienen eso de traicioneros que hacen que no pueda afirmar si fue más de una vez que lo hicimos. Como tampoco cuantas veces escuchamos Gol de Mujer andando por la ruta. Son traicioneros y juegan con uno, como los sueños. Se te aparecen en los momentos más impensados como este.
Es que ya no pude pensar en otra cosa: Ese libro sería un regalo perfecto para vos.