Son las seis de la mañana. Fernando duerme
hecho bicho bolita protegido por los brazos de Tamara, su esposa. Suena el teléfono.
Una, dos, tres veces. Recién a la cuarta existe una reacción de su parte: se
había acostado a las tres de la mañana y era un hombre de buen dormir.
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Hola, ¿Quién habla? Si, decime ¿Qué pasa Juliana?
La secretaria de la clínica veterinaria “101 Dálmatas”
le comunica que ha llegado un pitbull de urgencia, se había tirado de un quinto
piso. Corta la llamada, tantea aun somnoliento los lentes de arriba de la
repisa, se calza las ojotas y mientras se dirige al baño a cepillarse los
dientes llama a Diego, el anestesista. Se viste con el mismo ambo que se había quitado
hacía apenas cuatro horas. Besa en la frente a su mujer quien ni siquiera se
inmuta acostumbrada a las noches de guardia. Pierde unos minutos buscando las
llaves del auto que nunca recuerda donde las deja mientras llama en altavoz a
Fabiana, su asistente. Después de varios intentos atiende recién cuando ya está
subiendo a la autopista.
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En 20 minutos te paso a buscar, tenemos un pitbull caído de un quinto
piso.
Con el manos libres y ya lo suficientemente despabilado
para dar instrucciones se comunica nuevamente con la clínica: que le hagan
estudios de sangre, radiografía de tórax y de columna.
Llega pasada una hora. Ingresa rápidamente a
la zona de quirófano. Roco ya está anestesiado, pelado y dispuesto sobre la
camilla para la intervención. Mientras lava meticulosamente sus uñas, manos y
antebrazo observa las radiografías.
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Muy bien, tenemos una fractura expuesta del fémur derecho. Fabiana tráeme
del autoclave una caja de instrumental de 2,5.
Comienza la cirugía. El perro se desestabiliza
en dos oportunidades pero finalmente tras tres horas de una operación más
compleja de lo que parecía todo sale bien. La anestesia pierde efecto y el can comienza
a despertarse. Fernando se quita el camisolín estéril, poniéndose en cambio un
guardapolvo y llama a los propietarios al consultorio. Tras una explicación
pormenorizada del procedimiento quirúrgico Antonia, la dueña del perro exclama:
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¡GRACIAS A DIOS!