Tamara:
Hoy estoy
muy triste porque me entere que mate muchos colibríes.
Por la
mañana estuvimos poniendo bebedores en el jardín. A mí me tocó hacerlo con
Fabián. Un señor grande y gordo. La mujer lo dejo por su mejor amigo, lo
echaron de su trabajo, se volvió obeso e intento suicidarse varias veces. Pero
antes de que le pasara todo aquello era un aficionado de los pájaros. Me conto
que al agua con azúcar que se le pone a los colibríes hay que cambiarla cada
cuatro días porque sino se fermenta y los pajaritos que toman se intoxican y
mueren.
Cuando
me contaba me acorde que una vez puse un bebedero de colibríes en el fondo de
casa. Nunca lo cambie, no sabía que debía hacerlo.
Ahora no
puedo dormir. No paro de pensar cuantos colibríes habré matado. ¿Cuántos
tendrán que beber hasta que se acabe el agua? Ojala hayan ido varios muy
sedientos. O lo peor de todo, ¿Tendrá agua todavía y seguiré matándolos?
Mañana
a la tarde veo a Mariana y voy a comentarle mi preocupación. Quizás me deje
salir para ir a cambiarla. También pensé que podría ir a hacer prevención por
el barrio. ¿Me acompañarías?
Te
quiero mucho.
Lucre.